Mujeres marroquíes: dos historias inspiradoras

A Najat Aziz le encanta estudiar: habla y escribe dos idiomas y se ha especializado en dos áreas de la educación, para enseñar a los niños de su pueblo. Educadora, idealista, emprendedora, mujer. Esta joven exprime el día hasta la última gota, desde actividades tempranas con sus alumnos del barrio hasta enseñar a otras mujeres.

Hasta aquí nada demasiado fuera de lo común, si no fuera por el hecho de que Najat forma parte del escaso 15% de mujeres que son población activa en las zonas rurales de Marruecos.

El término women empowerment  suena tan lejos de los parajes desérticos en esta ex colonia francesa, y aún así los padres del colegio se asombran por la capacidad de Najat de ayudar a sus hijos a desarrollar nuevas habilidades; el “estímulo temprano” citado en tantos libros de pedagogía.

Esta mujer, protagonista del documental El umbral del Desierto de Ramón Vila y Javier Muñoz Carrera, ha superado las dificultades de su entorno social, geográfico y político para hacerse con las herramientas que le permitirán a ella y a los niños que educa aspirar a un futuro más igualitario.

Sin embargo, Najat no es la única mujer que con su tarea diaria genera un silencioso cambio. Hay otras que van más allá y se transforman en incipientes activistas políticas, cuya función es más una herencia surgida de las necesidades que una decisión adrede. Tal es el caso de Charifa, una recolectora de fresas marroquí que lucha codo a codo con Intermón Oxfam para que estas mujeres, auténticas esclavas del Siglo XXI, obtengan mayores beneficios sociales. Bru Rovira, escritor y periodista, realizó una extensa investigación sobre este tema y opino que es mejor dejar en sus manos y en su voz a quienes quieran saber más de las fresas de sangre marroquíes.

Najat y Charifa son el ejemplo de un trabajo de hormiga, un camino realizado en silencio, en el que parte a parte se construye un nuevo paradigma social. Aún queda mucho por hacer, pero estos verdaderos “brotes verdes” son los que poco a poco muestran cuál es el camino a seguir.

En este recorrido se podría también citar el apoyo de ONU Mujeres hacia la Asociación Democrática de Mujeres Marroquíes, que eliminó las leyes discriminatorias que privaban a las mujeres rurales del grupo étnico Soulalyat de la tenencia y los beneficios de la tierra.

Y no se puede dejar de lado la pantomima parlamentaria, cuando en julio de 2011 Marruecos adoptó una nueva Constitución que garantiza la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, el espíritu de la Constitución no se refleja en el Código Penal, que permite, por ejemplo, que los violadores eludan la pena si se casan con la víctima.

Además, todavía hay un largo trecho hasta cambiar los factores culturales que impiden el crecimiento y la visibilidad de la mujer fuera de las paredes del hogar.

Una vez casada la mujer marroquí, el hombre manda: incluso la misma Najat admite que cuando se case y tenga hijos, pedirá autorización a su marido para seguir trabajando. “Continuaré con mis funciones, si él me deja”, sentencia y a uno le da un no-se-qué en el pecho al ver la fragilidad de tanto esfuerzo.

Najat Aziz. Foto: Vision Films.
Najat Aziz. Foto: Vision Films.